Taller de Expresión 1 - Cátedra Reale - Comisión 56
LA VIS CÓMICA
Fuimos al teatro, el mismo que la semana anterior nos había negado la entrada por llegar unos pocos minutos tarde. Obstinados volvimos y esta vez no iba a sucedernos lo mismo, así que acordamos encontrarnos en la puerta del lugar, bien puntuales. Las entradas nos habían salido gratis, llegaron de arriba, cortesía de un ex novio de mi acompañante.
El edificio es
prolijo pero casi que se pierde entre el gris cemento de la cuadra, si uno no está
muy atento. Sería de esperar una marquesina grande y pomposa que anuncie el
nombre del teatro y la función del momento, pero el recinto solo advierte
"Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo" en letras
azules. No hay muchos indicios de que aquí se geste algún tipo de
arte. Los molinetes de acceso marcan cierta distancia y a la izquierda una
ventanita a la calle da la sensación de boletería. En la vereda, pegado al
bicicletero, hay un cartel, de fondo negro y poco llamativo, donde se puede
leer el nombre del lugar y la cartelera y al fin uno puede comenzar a
adentrarse en la experiencia teatral.
Ya pasaron unos
minutos del horario de entrada y miro el celular una y otra vez a la espera de
alguna señal de mi amiga, me tranquiliza estar acompañado por otras personas
que también esperan. Antes de los diez minutos de retardo llega corriendo
con las entradas en la mano. Los molinetes están abiertos, nos apresuramos
a entrar, a la izquierda una escalera y delante de ella un empleado al que le
mostramos los tickets a cambio de instrucciones: "abajo a la derecha,
barbijos bien puestos, no ingresar a la sala sin previa autorización". El
trato es frío y contrasta con la supuesta progresía del lugar,
evidentemente en el "Caras y Caretas" hay más caretas que caras. La
puerta de entrada a la sala se camufla en la pared que esta toda cubierta con
tapas de la revista homónima que publican; hacemos fila para el
ingreso casi rodeados por imágenes de celebridades y titulares polémicos.
Por fin estamos
frente a un escenario, dos señoras de tercera edad habían ocupado nuestras
butacas por error del acomodador, así que esperamos en el pasillo
alfombrado. Una vez sentados nos asombramos, con cierta indignación, por
que han pasado más de veinte minutos del horario establecido y sigue entrando
gente... vaya a saber que farsa nos comimos la semana anterior. Hago tiempo,
mientras el clima se termina de montar, y leo el folleto de la obra a degustar:
"La Vis Cómica" de Mauricio Kartun, autor que desconozco pero
apellido que me resulta familiar. Pienso en todos los nombres que figuran al
dorso y el fruto de su arduo laburo que culmina acá: en un teatro, lleno de
espectadores al aguardo de un momento ameno que los haga reír y, en una de
esas, también reflexionar.
Las luces se
comienzan a atenuar y una conocida voz en off da cuenta de los avisos
parroquiales, señal de que va a comenzar la función. No hay telón, el escenario
esta vestido con unas pocas telas y un baúl, las luces, el sonido y la
imaginación serán quienes den vida al contexto. Inspirada en el icónico Quijote de Cervantes, la
obra trata sobre una decadente compañía teatral que desembarca en la
Buenos Aires virreinal y las peripecias que se les presentan al intentar vivir
de su profesión. El elenco es de renombre -para quienes tienen alguna idea de
teatro- y los actores son todos sub-setenta. Los vestuarios son
alucinantes, todo muy colonial. Un narrador, de voz gruesa, va marcando el
ritmo y los cinco actos que componen la obra. Con rimas y gran elocuencia
los personajes desarrollan los acontecimientos, hilvanando ironía con
franqueza, hechos históricos con ficcionales y chistes básicos con la
gracia de su simpleza.
Al finalizar,
nuestras manos se deshacen en aplausos y, uno a uno, la gente del público
se comienza a poner de pie. Ahora la fila es para salir y mi vejiga ansiosa,
después de hora y media sentado, no ve la hora de visitar un baño.
Tomás Avalis
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