Taller de Expresión 1 - Cátedra Reale - Comisión 56
CALUCHO
Todavía lo recuerdo vagando por
las calles del pueblo, apretando fuerte la mano de su madre, a quien le hacía
de niñero. Tenían casa pero quien sabe que fantasmas los mantenían con el cielo
como techo. Su aspecto era el de un gaucho, su barba desprolija y usaba una
boina azul desgastada por el tiempo. Los años lo achicaron, toda una vida
trabajando la tierra ajena... se podía ver la aspereza de sus manos y el dolor
en sus huesos. Llevaba grabadas en el cuerpo las marcas de tantos y tantos
esfuerzos. Era el personaje del pueblo, la gracia de los descerebrados, la
lastima para el clero. A mi él me daba miedo, yo era un niño y él un viejo:
misterioso, sucio y sin dinero... todo lo que no se debe ser si se anhela el
respeto.
Todavía lo recuerdo vagando por
las calles del pueblo, el día que su vieja partió al cielo... cristalizados sus
ojos en nombre de ese niño que quedo huérfano. Mi abuelo me contó que fue peón
y arriero y que una antigua hernia lo hacía caminar chueco. Comía carne cuando
se abría el matadero, mientras radicales y peronistas se sacaban el cuero. Solo
tenía cigarros sueltos y, supongo yo, serian su consuelo... Ahora que lo
pienso: ¿cuántos sueños frustrados cabrían en ese cuerpo magullado por el
tiempo? ¿pediría auxilio el joven que vivía dentro? ¿o acaso se conformaría con
sentir el viento?
Todavía lo recuerdo vagando por
las calles del pueblo, portador de un conocimiento que me quita el sueño.
Buscando algo que no entiendo... o esperando a la que está viniendo.
Todavía lo recuerdo vagando por
las calles del pueblo, ahora que soy más grande y ya no le tengo miedo.
Fin.
Tomás Avalis
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