Taller de Expresión 1 - Cátedra Reale - Comisión 56
JUAN: Su cabeza es
sutilmente ovalada y cubierta por una fina capa de cabello oscuro. Su rostro
inspira seriedad pero sus ojos, grandes, de un marrón que se torna miel a
contra luz, protegidos por largas y gruesas pestañas,
dejan en evidencia su ternura. Su piel es rosada y se vuelve roja ante una
carcajada o un bochorno. Tiene la mandíbula cuadrada, de varón, y
pómulos prominentes. Poco más de un tercio de su cara, desde las mejillas
al mentón, está cubierta por una delicada barba de pocos días. Comienza el
bigote anaranjado bajando por su nariz y se entremezcla con el gris claro de
las canas que se dejan ver. Su sonrisa es de dientes blancos y derechitos,
enmarcados con labios gruesos y carnosos. Todo es simétrico y apacible a
pesar de lo brusco de ciertos rasgos. Inspira fortaleza y masculinidad
pero sin perder el encanto de niño, su pureza y su bondad.
SOFÍA: Su
cabello es corto, a la altura de los hombros, de color castaño claro con las
puntas de un delicado rubio lavado. Tiene una mirada felina, más aun si
enmarca sus ojos con delineador. Las cejas arqueadas casi que pueden hacerte
sentir su desprecio, mientras que la sonrisa, de boca cerrada y labios
carnosos, denotan sinceridad. Sus pómulos, redondos y rozagantes, junto con los
hoyuelos de sus mejillas hacen la combinación perfecta. La
nariz, de tabique recto y punta sutilmente respingada, lleva un piercing plateado
del lado derecho. Todo en su rostro inspira rebeldía y sensualidad.
TOMÁS: Sus ojos son
claros, a veces celestes, a veces de un tono grisáceo, con un pequeño lunar
marrón debajo de la pupila izquierda. Un par de cejas, angulosas
y cuidadas, enmarcan el ovalado rostro simétrico y lo dotan de una mirada
seria, un tanto despectiva e intrigante. La nariz es grande pero delicada, no
se destaca más de lo necesario, lleva en el tabique un sutil desnivel y la
marca de una varicela de infancia. Su boca es de labios finos y la
perfección del arco de cupido la hace parecer dibujada, cuando
sonríe, dejando a la vista sus dientes grandes como teclas de piano,
parece cubrirle la mitad de la cara. Todo su rostro es testigo de cada emoción:
no puede hablar sin elevar las cejas o reír sin achinarse o enojarse sin
fruncir el ceño. Su cara es huesos marcados y solo quedan vestigios de lo que
fueron grandes e inflados cachetes. El mentón va en punta, como si
señalara algo. Posee el rostro de alguien implacable, desmesuradamente
justo.
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