27 abril 2023

MI PRIMER ENSAYO: "Inquietudes de un maricón #1"

   Taller de Expresión 1 - Cátedra Reale - Comisión 56


Inquietudes de un maricón #1

 

 Pensando en cómo comenzar a escribir estas líneas, reflexiono sobre la temática que nos fue asignada y si voy a poder cumplir con la tarea. Auguro que sí, pero que gran desafío volcar de forman ordenada mis inquietudes sobre el tema que nos compete. Transformar en párrafos parte de mi subjetividad de forma que sea entretenida para el lector y que deje conforme a quien les habla; además de sembrar una duda o una reflexión que sirva para algo una vez que entre en circulación. Hace poco oí decir a Mariana Enriquez que los textos una vez publicados dejan de ser propios, y aunque esto que aquí escribo es un humilde trabajo evaluativo para aprobar una materia de mi carrera universitaria, no quita que quien escribe no tenga la intención de contribuir al pensamiento colectivo.
 Pensar las pantallas me lleva automáticamente a la visión y esa aparente necesidad inevitable de estar constantemente viendo algo -que es muy diferente a observar-, como si existiese un estímulo biológico que nos llevara a fijar la vista constantemente sobre una imagen. Imaginen lo primero que ven al entrar a una casa, especialmente una casa de familia promedio, que se reúne al calor de la chimenea a mirar televisión cual película navideña, con la pantalla plana como punto focal del hogar… ¿Está mal? ¿Cuenta cómo tiempo de calidad con seres queridos? Imaginen lo primero que hacen al despertar… ¿Dónde miran la hora, se enteran del clima y se ponen a tono con los temas del día? El celular es nuestro asistente personal multitasking y las redes sociales el diario principal. Especialmente Twitter, no solo porque difunden información sino también porque “lo que se habla” en sociedad es “lo que se habla” en Twitter. La agenda está marcada por lo que sea tendencia en una aplicación de micro-blogueo, si no es “viral” no existe.
 En su libro “En el enjambre” Byung-Chul Han dedica un capítulo a reflexionar sobre la huida a la imagen y el efecto que efectúan las imágenes sobre nosotros, en relación al ambiente:
Hoy las imágenes no son solo copias, sino también modelos. Huimos hacia las imágenes para ser mejores, más bellos, más vivos. Sin duda no solo nos servimos de la técnica, sino también de las imágenes para llevar adelante la evolución. ¿Podría ser que la evolución descansara en una imaginación, que la imaginación fuera constitutiva para la evolución? El medio digital consuma aquella inversión icónica que hace aparecer las imágenes más vivas, más bellas, mejores que la realidad, percibida como defectuosa (2014, p.49).
 Imaginen que no existen las imágenes divulgadas masivamente, “viralizadas”, que sirven de referencia para establecer cánones de belleza irreales y estilos de vidas inalcanzables para las grandes mayorías… ¿Seriamos menos prejuiciosos, más empáticos y menos exigentes con las elecciones de los demás? Imaginen ahora caminar por la 9 de Julio sin el brillo cegador de los carteles lumínicos que publicitan patrañas y captan la atención de los transeúntes… ¿Prestaríamos mayor consideración a los cuerpos que duermen en la vereda? ¿Seríamos más activos ante el sufrimiento cotidiano?
 Es bien sabido que las forma de relacionarnos entre humanos ha ido mutando a lo largo y ancho de la historia, y con la aparición de nuevas tecnologías esos cambios se intensificaron. Me gustaría detenerme en una situación que se da a menudo en el mundo virtual: entablar vínculos sexo-afectivos a través de aplicaciones de citas. Desde una perspectiva personal homosexual -como varón gay y ex usuario rehabilitado- y porque la comunidad LGBTIQ+ ha sido históricamente el colectivo más vulnerado en todas las esferas sociales, y la virtualidad parece no ser la excepción.
 Existen muchas aplicaciones web de citas, pero sin dudas Grindr es la principal en el ambiente gay. Es una red geosocial y una aplicación de citas en línea destinada a hombres homosexuales y bisexuales que permite localizar y comunicarse con otros iguales. ​​Se lanzó en 2009, fue creada por el israelí Joel Simkhai y desde su lanzamiento hasta ahora ya se encuentra en más de 196 países y ostenta casi 4 millones de usuarios en línea diariamente. La aplicación muestra en forma de mosaico las fotografías de los usuarios y permite ver su cercanía geográfica, y el perfil del usuario. Promocionada como novedosa por utilizar la geolocalización y brindar más anonimato (una ventaja si aún estas “en el closet”), es también el primer contacto de muchos jóvenes gais con su comunidad. Es que no es lo mismo ser un adulto pre-internet, que conoció a sus pares en boliches o en la calle -porque si hay algo característico de las disidencias es su simbiosis entre fiesta y política- protegido por su grupo de pertenecía; que ser un joven curioso buscando explorar su sexualidad en la soledad de su cuarto y con el celular a mano.
 Debo decir que en mi experiencia personal no he tenido inconvenientes con Grindr. A mi pareja actual la conocí por medio de dicha aplicación, sin embargo, cada vez que lo cuento resulta llamativo para la mayoría. Como si el universo Grindr estuviese reservado exclusivamente para el “touch and go”, para relaciones sexuales de una noche, con desconocidos de los cuales prácticamente no tengo información; excepto su estatura y un par de fotos de su miembro. Se puede prescindir de la edad, la ocupación, hasta del nombre y de las famosas nudes, pero no de la altura. Es parte fundamental de los estándares de belleza de las maricas, y de los estereotipos que nos impuso la sociedad y nosotros internalizamos. Por ejemplo, si te gusta más la pasividad a la hora del acto sexual, tú has de ser delgado, con prominentes glúteos y una actitud considerada “femenina”, atrevido pero sumiso; aquí no hace falta medir tanto. Ahora bien, si lo que te apetece es penetrar, debes ser alto, robusto y dotado, todo lo que se dice un “macho”. Evidentemente, más allá de los cambios de paradigma -visibles principalmente en las grandes urbes- seguimos siendo la paria para una gran parte de la sociedad, lo que nos coloca en un lugar de minoría que debe reivindicarse constantemente. Una minoría que debe hacer bien su tarea: incluir, aceptar, respetar y abrazar la diferencia, sin embargo, hacia adentro sigue siendo preferible el posteo de un abdomen plano de algún “chongo” hegemónico de Instagram, que la panza estriada de un homosexual retraído que quiere “sentirse parte” de algo. Son de público conocimiento las screenshots de chats de Grindr y sus respectivos tuits, cargados de discriminación, principalmente gordofobia, racismo, sexismo y hasta homofobia -así es, el puto mata-puto existe-. Nos gustan términos como “disidencia” para hacer referencia a nuestro colectivo, pero todo lo que entre en discordia con los cánones de belleza hegemónica, queda relegado a un segundo plano. En consonancia, José Scasserra en su crónica “Chongos, cyborgs y papota” hace foco en la cultura de los anabólicos entre varones gais:
Un estudio del Instituto Fenway de Boston demostró que el uso de anabólicos entre varones gais es seis veces mayor que en varones heterosexuales. De su muestreo (del cual, obviamente, podemos desconfiar), el 21% de los varones que se declararon homosexuales consumía anabólicos. De los heterosexuales, solamente el 4%. Si se trata de narcisismo y hedonismo, los putos somos mandados a hacer1
 Así de dañados estamos, somos una comunidad inclusiva que muchas veces excluye, y los esfuerzos por pertenecer se tornan peligrosos. Los homosexuales, que cargamos el “estigma” desde la infancia, enfrentamos en la juventud -y quizás toda la vida- el desafío de ser aceptados, lo que en el ambiente supone ser deseados. Deseados hasta el punto de hacer de la libido una respuesta política. Pero para pertenecer al club de los que hacen voltear las miradas hay que adecuarse, y eso implica músculos, buenas prendas, dientes derechitos y superar el metro ochenta. Hay que estandarizarse para poder ser diverso. Como si no hubiéramos aprendido nada del aislamiento de la adolescencia. Como si no fuéramos capaces de transformar la marginación en inclusión. Como si emular al David de Miguel Ángel acabara con la maldad del mundo y asegurara al diferente libertad y tranquilidad.
 Grindr fue pensada originalmente como un espacio seguro para tener encuentros, sin embargo, desde que se volvió tan popular muchos la han utilizado para hostigar, robar, abusar, perseguir y amedrentar maricas. Basta googlear su nombre para que el buscador nos devuelva noticas de casos de discriminación, violaciones y asesinatos macabros a seres humanos que solo buscaban un momento de placer. Así también como “consejos” o “trucos” tales como: “claves para detectar un perfil falso” o “como ocultar tu ubicación” entre otros, para el uso seguro de la aplicación, pero... ¿Qué es estar seguro en una aplicación web? ¿Cómo se garantiza la seguridad cibernética si aún no se nos garantiza seguridad para caminar por la calle?
 Grindr ha recibido muchas críticas desde el punto de vista tecnológico, pero también desde la sociología y la psicología, con usuarios que manifiestan sentirse infelices con el uso prolongado. La aplicación también ha sido criticada porque permite localizar a los usuarios en su ubicación exacta, lo cual es particularmente peligroso en países donde las personas de la comunidad LGBTIQ+ son hostigadas socialmente y desde el Estado. Tal es el caso de la policía de Egipto que desde 2015 se vale de perfiles falsos en Grindr para perseguir homosexuales y llevarlos detenidos. Aquí en Argentina uno de los últimos casos conmocionantes fue el de Enzo Aguirre2, un trabajador sexual de 23 años que en 2020 fue contactado por dos varones que lo ataron, amordazaron, golpearon y asesinaron en su habitación del barrio porteño de Retiro. Más cercano aun temporalmente, durante el 2022, Pablo Delía3, de 34 años, vivió un ataque en su domicilio por parte de dos hombres que había contactado a través de la aplicación de citas, lo ahorcaron, quisieron drogarlo y golpearlo. Imaginen si Jeffrey Dhamer viviera hoy en día, se haría un manjar y sin la necesidad de merodear ningún barcito… ¿Cuántos Dhamer habrá detrás de una pantalla? Seguro chateaste con alguno.
 Si bien es cierto que todas las redes sociales suponen riesgos, Grindr combina varios factores que la hacen terreno fértil entre ciberdelincuentes y homoodiantes. La inmediatez que suponen los encuentros, la geolocalización y la información que la aplicación solicita como peso, altura, etnia, rol sexual, entre otras, vuelve a los usuarios más localizables no solo en términos geográficos sino también culturales. Al respecto, un grupo de científicos informáticos de la Universidad de Kyoto le demostró a la revista Wired4 cómo la localización precisa siempre es posible, aun cuando el usuario apaga la función “mostrar distancia” o se encuentra deshabilitada; por lo tanto, se probó que es muy fácil localizar exactamente a cualquier usuario de Grindr, sin emplear ninguna técnica de pirateo. Lo dicho da lugar a la “ingeniería social” y el robo de información que eso supone, además de las atrocidades comentadas anteriormente. Cabe destacar que al aceptar los términos y condiciones de Grindr no solo estamos dándole acceso a ubicación, contactos y brindándole información sobre nuestra compañía celular, también la aplicación solicita la orientación sexual, el estado de VIH de los usuarios y si se realizaron estudios de ITS. Aunque estos últimos datos sensibles se brindan de manera voluntaria, en la web nunca se está exento de que sean vendidos al mejor postor. Recientemente se supo que Grindr almacena todas las fotos compartidas en los chats, eso quiere decir hasta las “eliminadas”. Imaginen la inmensa colección de fotos “intimas” que conviven en el ciberespacio.
 Así como mente y cuerpo son complementarios, el “mundo real” y el “mundo virtual” también lo son. Hoy en día no se pueden pensar las relaciones humanas sin estar mediadas por la tecnología, por ello sería ingenuo pretender que se deje de utilizar un espacio de encuentros como Grindr. Pero estemos atentos, para que la premura del mundo exterior no se traslade a nuestros lazos afectivos, para que la malicia imperante del afuera no nos prive de formar redes y estar conectados, y para que el goce se viva sin culpa y el orgullo sea lo normal. Espero que este ensayo nos haga levantar la cabeza de la pantalla para pensar mejores formas de vincularnos con los otros… Y la próxima vez que vayas a concretar una cita, asegúrate de saber con quién lo estás haciendo.







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